Santiago Castro-Gómez: “No me gusta la academización de la filosofía, me parece que eso mata mucho el pensamiento”
En el marco del conversatorio NosOtros y Decolonialidad, el docente y escritor visitó la Facultad de Filosofía y Educación de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Santiago Castro-Gómez, no se define como un filósofo en el sentido tradicional. Dice que no endiosa a ningún autor y que prefiere la filosofía menos académica. En sus palabras “le parece que eso mata mucho el pensamiento”.
Es autor de varios libros, entre ellos: Critica de la razón latinoamericana (Barcelona 1996), La hybris del punto cero (2005), Revoluciones sin sujeto: Slavoj Zizek y crítica historicismo postmoderno (2015), Historia de la Gubernamentalidad I (2010) y II (2016) y el más reciente; El tonto y los canallas (2019)

En el contexto de su primera visita a Chile, participó del conversatorio NosOtros y Decolonialidad, junto a los académicos Guillermo Rivera, de la Escuela de Psicología y Ricardo Espinoza, del Instituto de Filosofía PUCV. Conversamos con él para conocer su punto de vista en relación a los fenómenos políticos latinoamericanos actuales y el rol de la academia, entre otros temas.
En algunas entrevistas mencionas que la formación en la filosofía latinoamericana ha tenido un impacto en el desarrollo de tu trabajo. Desde este punto de vista ¿crees que es posible una filosofía latinoamericana?
Ha habido un gran debate en Latinoamérica sobre si es posible una filosofía auténticamente latinoamericana o no. Yo creo que esa pregunta está mal formulada. No se trata de que la filosofía se latinoamericanice, sino que se trata de filosofar desde Latinoamérica. Eso sí creo que es posible. Es decir, que parados desde nuestros problemas -que son nuestros, pero también de todo el mundo- podemos pensar, generar conceptos y entrar a dialogar con los pensadores de todo el mundo, sin la necesidad de latinoamericanizar la filosofía. Eso sí creo que es posible y necesario, porque pensar como si estuviéramos en París o Nueva York, siendo un chileno o un colombiano, me parece una impostura.
En este sentido ¿cuáles serían los aportes de los filósofos latinoamericanos al pensamiento local y global?
Los temas que estábamos hablando (en el conversatorio) sobre filosofía política son relevantes. Ricardo Espinoza es un filósofo chileno, yo soy colombiano y estamos hablando de problemas del mundo que son importantes aquí, en Chile, en Colombia o en Francia. Creo que nosotros tenemos voz, que podemos decir cosas, sobre todo en el ámbito de la filosofía práctica. En la filosofía política es donde más podemos decir. Ya en otros ámbitos más técnicos también podemos, pero se requiere otra formación, por ejemplo, en epistemología, filosofía de la mente o analítica. Se pueden decir cosas, pero se pone más complicado. Desde el ámbito de la filosofía política, América Latina es un continente de gran movilidad política, de unos cambios importantes. Yo creo que parándonos ahí es donde podemos dar lo mejor de nosotros.
En tu exposición comentas que los planteamientos de Žižek son muy eurocentristas ¿Por qué pensar las problemáticas latinoamericanas desde ahí?
No pensamos latinoamérica desde él, sino que más bien a través de él, porque genera conceptos que nos sirven para pensar otras cosas. Me gusta Žižek, pero no soy un endiosador de él, ni de ningún autor. Yo prefiero la filosofía menos académica. No me gusta la academización de la filosofía, me parece que eso mata mucho el pensamiento y lo convierte a uno en un exégeta, en un hablador de lenguaje técnico.
Lo que espera la gente de un filósofo es que podamos hablar en un lenguaje amplio, traducir el lenguaje técnico y los conceptos a algo más asequible, no sé si a todo el mundo, pero por lo menos a un espacio más amplio que el de los técnicos de la filosofía.
Ya en el campo de la filosofía política, comentas que el nosotros sólo se construye con política y que, al parecer, la derecha lleva la ventaja…
Claro. Ellos sí son capaces de construir un nosotros y, lo más importante un ellos. La estrategia de la derecha es construir un ellos: el inmigrante, la lesbiana, el gay. A partir de ese ellos, construyen el nosotros.
Nosotros estamos atrasados porque no hemos logrado construir el ellos ni el nosotros. Yo creo que esas acciones políticas hay que hacerlas y son importantes. Me parece demasiado poco plantear un nosotros en abstracto como ya hecho. Ese es el debate.
Entonces, ¿qué puede hacer la izquierda?
Lo primero: dejar de devorarse a sí misma. Yo creo que en Chile están en eso, me he enterado que está el Frente Amplio, pero que hay un montón de tendencias y parece que está demasiado amplio. Hay que empezar a juntarnos en los básicos y las cosas que no son básicas las podemos dejar de lado. Lo que en verdad es importante y urgente, es encontrar consensos, articulaciones y generar una voluntad común. A partir de esto, construir un nosotros. Sin eso no hay nosotros, sólo el que ha hecho el adversario.
Sobre el rol de la academia ¿cómo ves la situación actual en Latinoamérica?
La universidad lentamente se está convirtiendo en una empresa capitalista, pero no creo que la vaya a absorber completamente. Yo no creo que el capitalismo sea todopoderoso, no soy capitalocéntrico. Esa paranoia de «todo es el capitalismo» es muy del psicoanálisis jajaja. La gente en los barrios hace otras cosas que no son el capitalismo, no sé cómo lo hacen, pero de algún modo llegan a final de mes, trabajan, se inventan cosas todo el tiempo.
Lo que está pasando es que la universidad se está convirtiendo en una herramienta de producir dinero y para eso han hecho alianza con la empresa. En Europa esto es muy fuerte, pero en América Latina, lentamente se impone. Los bancos te prestan dinero para estudiar y ya quedas endeudado.
Por otro lado, las investigaciones son relevantes si le dan insumos a la empresa. Tu producción intelectual sólo vale si la visibilizas en ciertas revistas especializadas y si no, no vale, entre otras cosas. Entonces lentamente la universidad se convierte en una maquinaria… como de selección natural casi. Se selecciona qué producción vale y cuál no en base a criterios de rendimiento, eficacia, de éxito. Y eso es una pena.
Yo estoy retirándome de la universidad justamente por eso. No aguanto más que te traten como una tuerca en una maquinaria. Es una falta de respeto la falta de autonomía intelectual de los profesores. Lo que quieren es vender cada vez más programas, más postgrados, más ofertas y las salas cada vez más llenas. Se virtualizan las clases entonces tienes más estudiantes, más trabajo y menos tiempo para investigar.
La universidad, que debería ser el lugar donde se discuten y se debaten las ideas, una máquina de producción de pensamiento crítico, lentamente se convierte en un pensamiento único. Eso veo que está pasando en mi país y supongo que acá está pasando algo parecido. La muerte del pensamiento crítico.